Con el nuevo año llegan los nuevos propósitos. Casi todos tenemos una lista de objetivos que nos gustaría cumplir a lo largo del año. Pero algunas estadísticas dicen que a partir del 15 de enero muchos de estos propósitos caen en saco roto. ¿Por qué? Pues porque quizás hemos sido demasiado exigentes con nosotros mismos o no hemos visualizado lo que realmente significa completar el propósito a medio o largo plazo. Estamos acostumbrados a que las cosas sean rápidas, inmediatas. Y es que vivimos en una era donde todo va demasiado deprisa. Lo que de verdad merece la pena lleva tiempo y esfuerzo. Y quizás es un buen momento para pensar en objetivos que no sean tan solo beneficiosos para nosotros.
En mi caso me he propuesto algunas cosas, sí, ¡como no! Pero alguno de estos propósitos ya se empezaron a formular hace meses, o incluso años. Es algo que ya llevo practicando desde hace tiempo: reducir el consumo de carne.
No todos debemos dejar de comer carne o pescado. No todos tenemos que convertirnos al vegetarianismo o veganismo de la noche a la mañana. Es más, si te lo has propuesto, te sugiero que lo hagas de modo gradual porqué así será más fácil. En mi caso todavía no he tomado esta decisión. Pero lo que sí he decidido es reducir drásticamente el consumo de carne. Y lo hago por varios motivos.
A menudo hablo con mi abuela, María. Me gusta compartir algo de tiempo con las personas mayores. En la actualidad les tenemos algo abandonados en general. Apartados. Pero deberíamos escucharles más a menudo. Creo que ellos tienen la solución a muchos de los problemas que se nos plantean en la actualidad.
Ella es la única abuela que me queda con vida, así que intento absorber tanto como puedo de su historia. Le pregunto cómo eran algunas cosas cuando eran joven y todavía vivía en aquél pequeño pueblo ubicado en la provincia de Almería, antes de emigrar años más tarde hacia Cataluña.
Precisamente el otro día le pregunté por el consumo de carne. Al parecer consumían muy poca carne. Por lo menos en su casa, junto con sus hermanos. De vez en cuando comían algo de conejo con arroz. El consumo de cerdo se limitaba a la época en la que hacían la “matanza” y compartían los restos del animal con otras familias. La carne les duraba varias semanas, o más, y la utilizaban en cocidos y potajes o migas y gachas. El chorizo con pan era un clásico (¡y un regalo!). Cuando el chorizo se acababa, comían pan, ¡mucho pan! Por lo que respecta al pollo, lo comían en contadas ocasiones. Y por lo general, si tenían gallinas, utilizaban sus huevos a modo de mercancía para vender en el mercado y así poder comprar otros alimentos como el arroz. Lo que sí me quedó muy claro es que nunca comían carne roja.
¡Cómo han cambiado las cosas!
Y es que en la actualidad el consumo de carne es desorbitado. Algunas personas pueden llegar a comer carne tres o más veces al día. Parece una locura, pero es una realidad. El aumento de la demanda de carne ha “obligado” a incrementar la producción cárnica, convirtiéndola en algo que se conoce como ganadería intensiva o ganadería industrializada. En ocasiones no somos conscientes del impacto que tienen nuestros hábitos, pero casi siempre, o me atrevería a decir SIEMPRE, las consecuencias las paga el medio ambiente. Y es que este tipo de práctica está relacionado con la contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la deforestación. Y dejo para más adelante el capítulo de los efectos en el sufrimiento animal o la salud humana.
En un informe de la FAO llamado “La larga sombra del ganado” elaborado en 2006, ya se daba la voz de alarma con titulares como este: “La ganadería es uno de los principales responsables de los graves problemas medioambientales de hoy en día. Se requiere una acción urgente para hacer frente a esta situación“. Y unos años después de publicarse este artículo, creo que las cosas no tan sólo no han mejorado, sino que han ido a peor.
En Cataluña se estima que el 41% de las masas de agua subterránea están contaminadas por los purines, como reconoce la misma Agencia Catalana del Agua. En un artículo publicado en Febrero de 2016 en el diario Directa.cat ya se denunciaban las consecuencias del incremento de la actividad de las granjas de cerdos. Y es que en Osona se calcula que alrededor de 800.000 cerdos esperan en granjas antes de ser enviados al matadero, lo que supone una media de cinco cerdos por cada habitante de la comarca. Para que os hagáis a la idea, tan sólo en Osona se sacrifican 30.000 cerdos al día, lo que viene a ser unos 19 millones de cerdos sacrificados al año. Y hablamos de Cataluña solamente.
“Nada beneficiará tanto la salud humana e incrementará las posibilidades de supervivencia de la vida sobre la Tierra, como la evolución hacia una dieta vegetariana” – A.Einstein
De la misma forma, el sector ganadero va asociado a la pérdida de la biodiversidad en diferentes zonas del planeta. Por ejemplo en España, mamíferos como el oso o el lobo han pagado las consecuencias al habitar en zonas que los ganaderos querían utilizar como zonas de pasto.
Por otro lado, y aunque de esto no se hable tampoco demasiado, la ganadería intensiva tiene consecuencias graves para el medio ambiente. ¿Por qué? Los animales producen grandes cantidades de metano, un potente gas de efecto invernadero, al ingerir los alimentos. Además, para crear nuevas zonas de pasto se destruye una gran cantidad de extensión de bosques con lo que aumenta la concentración en la atmósfera de CO2. Los árboles contienen una gran cantidad de carbono en su tronco, que al destruirse pasa a la atmósfera convertido en CO2.
También mencionaba anteriormente la deforestación como uno de los aspectos que va ligado al incremento del consumo de carne. Este hecho se da especialmente en países de América del Sur como Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay… y que afectan a zonas boscosas tan importantes como la Amazonia, por ejemplo.
Así que… si te faltan razones por las que reducir el consumo de carne a lo largo de este año, aquí he mencionado tan sólo algunas. Jane Goodall escribió un buen artículo el pasado año sobre por qué ella se hizo vegetariana y por qué entre todos deberíamos comer menos carne (en inglés) dónde expone algunas de las cosas que he mencionado anteriormente.
Más ideas: The Guardian (Environment – Meat Industry)
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