Sólo fue suficiente una simple etiqueta para revolucionar el sector de los electrodomésticos. Y todo empezó con los frigoríficos, los mayores consumidores de electricidad en el presupuesto de los hogares (más del 15%, excluyendo los de calefacción central).
Introducido en la Unión Europea en 1992, la etiqueta energética ofrece a los consumidores información sobre el consumo de los aparatos eléctricos que están pensando en comprar. Les ayuda a elegir la solución más eficiente energéticamente. En 1992, la clasificación de los frigoríficos se hizo de la A a la G, con colores que van desde el verde hasta el rojo. Desde entonces, el 90% de los productos vendidos se han clasificado como A, que consume 4 veces menos que la clase G, y se han introducido nuevas clasificaciones desde la A+ hasta la A+++. Las especificaciones de la E a la F se han retirado. En 20 años, el sistema se ha convertido en el referente de los electrodomésticos.
Las decisiones de los consumidores informados han transformado totalmente el sector, sin que los gobiernos tengan que recurrir a las regulaciones o normas restrictivas para la industria.
Fuente original: Good Planet Foundation